Hay personajes en el pueblo que nos dan mucho: oxígeno, aromas, color. No dan problemas, ni broncas. Y a cambio piden muy, muy poco, dejarles vivir.
Uno de estos personajes es el naranjo que hay en una de las esquinas del Centro de Salud de Candás, que en estos días está dando fruto a un buen montón de naranjas. Cuentan los historiadores que los cítricos españoles tan famosos en Inglaterra, alabados por las vitaminas que contenían, en una época que no consumir vitamina C podía significar sufrir una enfermedad mortal. Pues bien esas naranjas y limones españoles que saboreaban como manjares en las mesas de Londres en los siglos XVIII y XIX no venían de Andalucía, sino de las costas del Cantábrico. Andalucía quedaba muy lejos. El transporte por los caminos era una epopeya que podía llevar muchas semanas; sin embargo los barcos cargados de fruta de los puertos de Avilés y Gijón llegaban en pocos días a las costas inglesas.
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